lunes, 12 de enero de 2009

EL MISTERIO DE SIDNEY II


Ante nuestros ojos aparecieron unas siniestras sombras que se veían reflejadas en la poca luz que la cerilla ofrecía. De repente se oyó otro grito. Nos adentramos en uno de los camerinos y encontramos a la que probablemente, sería una prestigiosa cantante de ópera. Estaba muerta, ahorcada.

Cerramos rápidamente la puerta y el único sonido que se oía era nuestra respiración acelerada. No sabíamos qué hacer. Corrimos. Corrimos hasta encontrar la espléndida luz del Sol. Una vez fuera apareció Álvaro, con su particular sonrisa. No sabía nada de lo que había ocurrido. Le preguntamos el nombre de la mujer alojada en el camerino del teatro y dijo que ahora estaba allí una de las mejores cantantes de ópera, que se llamaba Antonia Alcántara Álvarez pero que normalmente firmaba AAA =).

Nadie dijo nada en los siguientes minutos. Álvaro rompió el silencio con un comentario que a nosotros nos pareció inoportuno. Dijo que sería muy raro que no nos pareciese familiar el nombre de la cantante ya que era la más famosa actualmente.Nosotros no le comentamos nada a él.

No teníamos nada que hacer. Si ella era la mujer que escribió la carta, lo más lógico sería que ya supiese que la habíamos encontrado y que íbamos a viajar. Como ella nos lo iba a contar todo para que lo investigásemos, alguien la ahorcó porque sabía demasiado y por lógica también ese alguien, querría matarnos a nosotros por lo que pudiéramos saber.

Estábamos confusos. Nos fuimos del teatro. Casualmente, nuestros amigos rusos se alojaban en el mismo hotel que nosotros. Nos quedamos en nuestras dos habitaciones; chicos a un lado y chicas al otro. Solo faltaba esperar a que alguien encontrase el cadáver y comenzase la investigación. Ahí intervendríamos nosotros. Teníamos que resolver el misterio. Si esa tal Antonia estuviese viva nos sería mucho más fácil; pero como estaba muerta lo tendríamos que hacer nosotros solos; investigando en libros y en Internet su biografía y hablando con cualquier familiar que nos pudiese ser de ayuda, si es que los tenía.

Después de toda la larga tarde pensando, nos cayó la noche encima y no nos dimos ni cuenta. Se nos pasó la hora de la cena y estábamos hambrientos. Comimos algo de la mini-nevera y nos dormimos hasta la mañana siguiente.

Cuando despertamos fuimos rápidamente a desayunar y mientras pedíamos la comida apareció un joven que repartía periódicos. Cogimos uno y el titular era lo que esperábamos encontrar. Ponía: ASESINATO EN EL TEATRO. El titular venía acompañado de un subtitular que decía: ENCUENTRAN EL CADÁVER AHORCADO DE LA FAMOSA CANTANTE DE ÓPERA ANTONIA ALCÁNTARA ÁLVAREZ; MÁS CONOCIDA COMO LA “AAA”. La noticia no nos impactó mucho pero sabíamos que ahora entrábamos nosotros en el juego.

Cuando nos terminamos el desayuno fuimos para el teatro. Álvaro ya estaba allí, enseñándole la escena del crimen al inspector Deakes. Era un hombre muy corpulento y con cara de pocos amigos. Nos acercamos a ellos. Se estaban adentrando en el camerino de la AAA. Saludamos a Álvaro y nos presentamos al inspector. Nos dejó entrar con él a investigar. Álvaro entró detrás de nosotros. En la sala había un gran charco de sangre y al lado un jarrón roto. Parecía que le habían dado un fuerte golpe en la cabeza y después la habían ahorcado, aunque también pudo haber sido al revés.

De repente se abrió la puerta del camerino y apareció la médico forense. Era una chica joven y rubia con unos grandes ojos verdes. Estaba resplandeciente. Debajo de su bata blanca se podía ver una falda negra por encima de las rodillas y un jersey escotado de color fucsia. El pelo largo le caía por la espalda. Llevaba el flequillo recogido con una horquilla y en sus manos tenía una libreta con un boli. Después de ella entraron sus ayudantes. Llevaban las cámaras para fotografiar la escena del crimen, las bolsitas de plástico para meter las pruebas y un maletín que le pertenecía a ella.

Abrió el maletín y se inclinó hacia el charco de sangre. Cogió un bastoncillo y lo restregó por toda la mancha. Después de que lo analizasen se pudo determinar con toda certeza que la sangre era de la víctima. Laura no encontró nada más relevante. Después de estar toda la mañana investigando no teníamos una base sólida para el caso. Analizaron la sangre de los trozos rotos del jarrón y también coincidía con la de la víctima. No vimos nada más, ni una huella, por lo que el asesino debió usar guantes; tampoco se veían pisadas, ni pelos ni ningún otro tipo de pista.

Al cabo de un rato llegó otro inspector, llamado Nathan, que traía el informe de la autopsia. El escrito situaba la muerte entre las 4:45 y las 5 de la tarde del día 29 de diciembre, o sea, el día anterior. Según el informe, la muerte se produjo por un fuerte golpe en la cabeza que le produjo un traumatismo craneoencefálico y le causó la muerte al instante. Cuando se oyeron los gritos, serían las 4:50 de la tarde, así que todo encajaba. No vimos a nadie en la zona de los camerinos; por lo que tenía que haber sido alguien que conociese muy bien el teatro, ya que tenía que haberlo hecho todo a oscuras.

La cuestión era la siguiente, si ya la había matado con el golpe en la cabeza, ¿para qué la ahorcó después? Eso podía tener respuesta, quizá se quisiese asegurar de que la había matado. Si era alguien con poca experiencia en este campo, a lo mejor solo quería saber que su fallecimiento fue seguro. Pero había otras muchas preguntas acerca del caso.

Nos fuimos de nuevo al hotel para comer allí. Álvaro no vino. Empezamos a pensar que quizá él tenía otras cosas más importantes en que pensar. A lo mejor se había metido en un lío y tenía la cabeza en otra parte. El inspector dijo que debía haber sido un hombre ya que la cantante no era ligera de peso y que él no creía que una mujer lo hubiese podido levantar. Nosotros le dijimos que podían haber sido varias personas pero el dijo que no, porque si para una persona ya es difícil ocultarse, imagínate varias. Descartamos casi por completo la posibilidad de que el asesino fuese una mujer y la de que hubiesen sido varias personas.

Por la tarde volvimos al teatro. Allí nos volvimos a encontrar con el inspector Deakes y con Nathan, su compañero de trabajo. Ambos estaban muy serios y parecían realmente enfadados. Les preguntamos a qué se debían esas caras y nos dijeron que les acompañásemos a comisaría. Nos quedamos todos muy asombrados. Nos subimos en los dos coches patrulla y nos llevaron al cuartel de la policía. Cuando llegamos nos llevaron a la sala de interrogatorios y nos fueron preguntando a todos, uno a uno. Estuvimos allí casi toda la tarde. Le preguntamos que a cuanta gente habían interrogado y nos dijeron que habían tenido que hablar con todas y cada una de las personas que visitaron el teatro ayer por la tarde. Pareció que creyeron nuestro testimonio, que fue el verdadero. Lo único que no contamos era la razón por la que estábamos aquí.

Nos dejaron marchar al hotel. Una vez allí bajamos al restaurante a cenar. Ya no había casi nadie porque era muy tarde. Álvaro tampoco apareció. No sabíamos que le podía pasar. Cuando terminamos la cena subimos a las habitaciones. Mientras íbamos en el ascensor, se fue la luz. El ascensor se paró. De repente se abrió la puerta y alguien encapuchado se llevó a Mikhail, que no pudo defenderse. Al rato volvió la luz y nos sacaron de allí. Anna no paraba de llorar.

Nos fuimos hacia nuestras habitaciones; íbamos a denunciar por teléfono el secuestro. Nada más entrar vimos una nota encima de la cama y una gran pintada en la pared que ponía: CAERÉIS UNO A UNO. Se nos heló la sangre. Leímos la nota, era una carta idéntica a la que encontramos en los desvanes. Comprobamos nuestros bolsillos y vimos que esa era la tercera carta, ya que nosotros teníamos las nuestras. El que la había dejado allí, solo había añadido una cosa al final: Cuando os conocí me parecíais buenas personas, pero ya veo que no. Si denunciáis a la policía algo de esto, os mataré uno a uno, empezando por Mikhail. De nuevo se nos puso el vello de punta. Todos teníamos lágrimas deslizándose por nuestros pómulos. Ahora si que estábamos confusos. Moriríamos por saber demasiado.

Estábamos seguros de quién había sido. Álvaro. Nos conocía, y puede que él se enfadase porque le mentimos y no le dijimos lo de la carta y porque nos intentamos aprovechar de su trabajo. Aunque fuese por eso, tampoco sería razón suficiente como para querer matarnos.

Bajamos a la recepción y preguntamos el número de la habitación en la que se alojaba Álvaro, pero nos dijeron que acababa de abandonar el hotel. Se había ido para siempre de allí. Nos pusimos nerviosos, teníamos que hablar con él de cualquier manera posible. Entonces recordamos que cuando le conocimos, nos dio su número de móvil. Llamamos rápidamente. Para sorpresa nuestra, cogió el teléfono. Le preguntamos que por qué nos hacía esto. Nos dijo que le había ofendido mucho que no le contásemos lo de la carta. Le dijimos que tampoco era para tanto, que por un enfado tampoco se amenazaba de muerte a nadie y él nos dijo que quería vernos y hablar con nosotros. Acordamos que nos encontraríamos en media hora en un bar llamado “Charlie”, que estaba tres avenidas hacia el norte.

Cuando llegamos, tuvimos que juntar dos mesas para sentarnos todos. Álvaro llegó con 10 minutos de retraso, como era frecuente en él. Sin que nosotros le dijéramos nada, empezó a hablar.

Vosotros pensáis que mis padres murieron. Yo también lo creí durante mucho tiempo, pero no. Los que fallecieron fueron mis padres adoptivos. Mi verdadera madre era Antonia Alcántara Álvarez. Yo no lo supe hasta que ella vino aquí a cantar, me vio trabajando, me reconoció y me lo dijo. No sabía nada. Ella tampoco sabía que mi madre adoptiva había muerto. Nunca la llegué a querer como mi madre. Me había dado en adopción. Había preferido su carrera artística antes que a su propio hijo. Yo nunca lo supe comprender. Ella me pedía perdón insistentemente e intentaba arreglarlo diciéndome lo mucho que me había echado de menos. No me creí nada. Sólo me quería porque ella estaba empezando a perder dinero y quería recuperarme por mis billones de dólares. Se quiso aprovechar de mí y yo ya no soy tan inocente.

Terminó su relato con dos lágrimas cayendo por sus mejillas. Anna le preguntó que dónde estaba Mikhail, entonces, Álvaro hizo una llamada y por sorpresa, apareció por la puerta. Todos corrimos a abrazarle. Se sentó con nosotros, todo estaba bien. Álvaro nos pidió perdón de todo corazón y nosotros le perdonamos. Entonces Víctor le preguntó a Álvaro una cosa, lo principal: “¿Mataste tú a tu madre?” Álvaro respondió sinceramente –“estuve presente, pero no fui yo”-. De nuevo, comenzó a hablar.

La mañana que vosotros visitasteis el teatro, yo había estado con mi madre. Entonces fue cuando yo le pregunté acerca de mi adopción. Ella estaba sentada en un sillón. Me empezó a contar lo que yo os he contado antes. De repente, cortó su relato y me dijo que le diese un jarrón que tenía en una repisa. Fui y lo cogí. Era un jarrón precioso. Me dijo que era mío. Dentro había bastantes fotos de ella conmigo de bebé, antes de darme en adopción. Saqué las fotos y me dispuse a verlas cuando, de pronto, se fue la luz. Mi madre gritó con una voz preciosa. Alguien me cogió el jarrón de las manos y golpeó a Antonia en la cabeza. Se oyó otro grito. El asesino me tiró fuera del camerino y me manchó toda la camisa de sangre. Entonces cerró la puerta y ya no vi nada más. Imagino que entonces la colgaría. Salí corriendo y me cambié de camisa, estaba asustado, mis huellas estaban por toda la habitación y en el jarrón. Me fui para el hotel y empecé a recoger mis cosas. Yo pensaba que la había matado uno de vosotros, pero cuando me llevé a Mikhail y me lo contó todo, supe que decía la verdad. El misterio de Sydney que os trajo hasta aquí sigue sin resolver así que tenemos que investigar y encontrar al asesino.

Nos fuimos del bar, impresionados, sin haber consumido nada. Cuando llegamos al teatro, el inspector Deakes nos dijo que ya tenían al asesino; que se había entregado porque no podía soportar ese cargo en su conciencia. Nos dijeron que fue el ayudante de la AAA =), que era un hombre desequilibrado, y como llevaba un mes sin cobrar, se enfadó y la mató. Se nos quedó a todos, cara de pánfilos. Tanto investigar para este final.

Lo que nunca supimos fue en consistía verdaderamente el misterio de Sydney.

4 que no se callan:

X dijo...

"Tanto investigar para este final", como dice la propia autora. :) Pero la vida es así, no todos los finales son de película.

Eris dijo...

Jajajaja, es verdad, me lo dejó leer antes de presentarlo y la cosa se alargaba, llevaba escritos como 6 folios y estaba sólo en el meollo...( la redacción debía estar entre 2/4 folios) así que le dije que fuera pensando en darle un final y conociéndola, seguro que no se le ocurría como salir del atolladero y cortó por lo sano.
Aún así, espero que le pongan buena nota...además se ha dejado el final abierto para una proxima narración.

Gracias por tus comentarios
Un beso

OC dijo...

Me encanta, ya verás como le ponen muy buena nota.

Anda la joia que imaginación.

Eso si, te quedas con ganas de más...

Besitos.

Eris dijo...

Si que es verdad, imaginación le sobra, yo cuando vi la velocidad a la que escribía y como se liaba la trama, ya me imaginaba algo tipo Falcon Crest o Ambiciones, más patrio, asi que le dije que fuera resumiendo.....ahora que creo que puede haber continuacion, me da a mi que le ha picado el gusanillo

Un beso

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